Conmemorando la muerte del pintor español Pablo Picasso, el MSSA recuerda dos historias singulares que lo conectan anecdóticamente con uno de los grandes exponentes del arte contemporáneo, y que nos hablan de los componentes fundamentales en su vida y fundación como museo casi único entre sus pares, los sueños, la locura y los afectos.

Falleció el 8 de abril de 1973 en Mougins, Francia, y su prolífica obra repartida en museos y colecciones de todo el mundo se transformó en un tesoro aún más valioso para la humanidad. Pablo Picasso fue uno de los mayores exponentes de la figura del artista contemporáneo, dirigió su trabajo desde un compromiso con la realidad de la época y fue parte de los distintos movimientos artísticos y políticos que se reprodujeron por el mundo y que marcaron el desarrollo de la cultura en la Guerra fría.

La relación de Picasso con la cerámica se inició en 1946, durante una visita al taller Madoura, en Vallauris, Francia. Un año más tarde, aceptando la invitación de sus dueños, se instaló en un taller acondicionado especialmente para él. De esta experiencia, que se intensificó entre 1947 y 1963,  surgieron jarras, platos, cuencos y ceniceros realizados con arcilla y que a través de engobes, relieves y vidriados, presentaban distintos modelos iconográficos de Picasso, como faunos, figuras femeninas, palomas, peces, cabras y el mundo de la tauromaquia. Justamente el dibujo de un toro es el que se revela en el plato que en 1998, veinticinco años después de la muerte del artista, el MSSA recibió en donación para formar parte de su colección. Esta pieza que le perteneció al doctor y coleccionista Horacio Boccardo, es la única pieza de Picasso en la colección y la única ocasión exitosa de acercarlo al museo. 

Una vez, el Dr Horacio Boccardo Zapata me dijo que me regalaría ese plato. Un bello jarro de Picasso, que él adquirió junto con el plato, se lo había regalado a su vecino el músico Roberto Bravo, discípulo del compositor Rudi Lehman, quien fue entrañable amigo de Boccardo. Le dije que algo tan extraordinario era digno de un museo. Ya me había encomendado una valiosa máscara mapuche al Museo de Arte Precolombino.

No tuvo que discurrir demasiado para decidir que ese plato de Picasso, de Vallauris, debía estar en el Museo de la Solidaridad “Salvador Allende”. Me encargó llevarlo a dicho museo. Si mal no recuerdo, fue en septiembre de 1998. Me acompañó mi hijo Drago y se lo entregamos a su directora Carmen Waugh, quien le envió una carta a Horacio agradeciéndole el obsequio. Supongo que una constancia quedaría en los archivos del MSSA.

(…)

Sobre este respetado amigo escribí una nota titulada «Homenaje póstumo: Diálogo por la vida. Conversaciones con el Dr. Horacio Boccardo Zapata», publicada en Revista: Cuadernos médico sociales (Santiago).

Esto escribió el 2014 la periodista Virginia Vidal, amiga del doctor Boccardo, a la encargada de Colección del MSSA, Caroll Yasky, contándole algunos detalles de esta pequeña obra de Picasso

El doctor Boccardo había sido especialista en epidemiología, ratificado durante el gobierno de Salvador Allende en su cargo de jefe del Subdepartamento de Protección de la Salud del Minsal. Descrito como un pionero de la Salud Pública en Chile, fue también un adelantado a su época en cuanto a su búsqueda de formas más integrativas de plantear la realidad, por ejemplo desde crear comuniones entre el arte y las ciencias. Era conocida su relación de amistad con distintos artistas chilenos y su interés por la adquisición de obras de arte moderno y contemporáneo por sus mensajes y visiones. La biblioteca del Servicio Metropolitano de Salud hoy lleva su nombre.

Su amiga Virginia llevó este plato al MSSA como una donación y el 2014 se exhibió en un espacio expositivo del Archivo denominado Pablo Picasso: Historias cruzadas, que incluyó otra historia sobre los intentos del museo por tener al pintor español más cerca. 

Crédito imagen: MSSA, 2014

El sueño del Guernica en Chile

En 1972, en plena carrera por formar la colección del naciente Museo de la Solidaridad —“un museo para el pueblo de Chile” que mostraría la solidaridad de los artistas del mundo en apoyo del programa de la Unidad Popular—, su director, el crítico brasileño Mário Pedrosa, tuvo una idea para la cual redactó un borrador.

«Al compañero Picasso, saludos: Nosotros artistas latinoamericanos, tus hermanos, tus admiradores, venimos a pedirte una cosa: el traslado de GUERNICA, fruto de tu sagrada protesta y de tu genio, del Museo de Arte Moderno de Nueva York donde se encuentra por tu decisión, para el Museo de la Solidaridad de Santiago, Chile» (SIC).

Así comienza la carta que iba a ser dirigida desde el Comité Internacional de la Solidaridad Artística con Chile (CISAC), a Pablo Picasso para pedirle que enviara provisoriamente desde el MoMA una de sus obras más espectaculares.

Soñaban con que la pieza, creada en 1937 en París por encargo del Estado español en el contexto de la Guerra Civil, fuera exhibida junto a las obras que iban llegando para este museo de arte moderno y experimental, que se formaba siguiendo un modelo contrario a los tradicionales. A diferencia de sus semejantes en el mundo, que adquieren algunas de las piezas de sus colecciones, este se formaría exclusivamente con donaciones.

Entre los intelectuales que propusieron esta idea a Salvador Allende, se encontraba el crítico de arte brasileño Mário Pedrosa, presidente del CISAC, y que desde su exilio en Chile ejercía su influencia como una de las personalidades más importantes en el mundo intelectual artístico de Latinoamérica.

En el primer semestre del 72, tras el llamado de Allende “a los artistas del mundo” a contribuir con el museo, llegaron casi cuatrocientas obras. Entre ellas se encontraban las de autores como Joan Miró, David Siqueiros y Alexander Calder. Sin embargo, Pedrosa y otros colaboradores estaban convencidos de que había una obra que dado su mensaje tenía que estar en la exhibición inaugural del Museo aunque fuese de manera temporal, esa era Guernica.

Doc 1. Carta, Proyecto de traslado del Guernica desde Nueva York al Museo de la Solidaridad. Santiago, Chile. 1972. Fondo Museo de la Solidaridad, Archivo MSSA.

¿Por qué no?

Picasso tenía 56 años cuando la pintó. A esas alturas de su vida era un artista tan reconocido como su apoyo al bando Republicano que se oponía a Franco. Creada a partir de la noticia del bombardeo sobre la villa vasca que le dio su nombre, esta obra se transformó en un estandarte político de la resistencia. Con ese mensaje en 1938 y recaudando fondos para los refugiados, esta pintura monumental (3,49 m x 7,77 m), inició una itinerancia que empezó en Europa y terminó al año siguiente en Nueva York, pero con el triunfo de Franco y el inicio de la II Guerra Mundial, Picasso decidió dejarla en comodato al MoMA.

Si era una obra que itineraba en nombre de la justicia y la libertad, parecía justo que pudiera visitar Chile para una ocasión tan coherente con su mensaje. Eso deben haber pensado los miembros de CISAC entre los que también se encontraba la estadounidense Dore Ashton, quien estaba convencida de que la donación de grandes autores daría prestigio al museo y por ello estuvo a cargo de atraerlos y darles a conocer este proyecto con bastante éxito. Las obras que reunió en Nueva York eran representativas de las corrientes abstractas y minimalistas del momento. Entre ellas se encontraban piezas de algunos consagrados como Frank Stella, Carl Andre, Robert Israel, Harvey Quaytman y Jake Berthot, entre otros.

En abril de 1972 la prensa en Chile ya anunciaba la inauguración del museo. Un evento que sería encabezado por obras de esas grandes celebridades del arte internacional donde el nombre de Picasso brillaba entre los titulares.  Sin embargo, gracias a las cartas que hoy se guardan en el Archivo del MSSA, se sabe que hasta esa fecha el autor malagueño no había asumido ningún compromiso oficial.

Dado su silencio, en junio del mismo año Pedrosa escribió a España pidiendo ayuda a un colega y también ideólogo del Museo de la Solidaridad, el sevillano José María Moreno Galván. Pero tampoco hay registro de la respuesta, ni entonces ni en octubre cuando le envió una segunda carta con la siguiente propuesta. 

«Tengo un plan pero antes quería consultarte. Sé que Penrose es viejo amigo de Picasso. Y si pusiéramos en marcha el aparato del PC en Francia, con Aragón, Pignon y otros como Pablo Neruda? El Museo de la Solidaridad ha crecido constantemente y ahora contamos con unas 700 obras» (SIC).

Recorte de prensa, “Picasso y otras celebridades harán exposición en Chile: Solidaridad”, El Siglo. Santiago, Chile. 25 de febrero 1972. Fondo Museo de la Solidaridad. Archivo MSSA.

Solo un viaje

Estos mensajes del curador brasileño pertenecientes al Archivo MSSA hoy forman parte del proyecto digital “Repensar Guernica”, con el que el Museo Nacional Reina Sofía pone en relieve la historia de la obra de Picasso, con 2237 piezas documentales de diversas instituciones del mundo. 

No hay registros de una respuesta de Moreno Galván a Pedrosa para esta carta en particular, solo existe una copia de un documento del Archivo Histórico del Ministerio de Relaciones Exteriores de Chile, sobre una solicitud del curador español con fecha 13 de noviembre del 72, pidiendo apoyo ante su procesamiento por injurias en un homenaje a Picasso a quien varias veces defendió y homenajeó durante la dictadura de Franco. Moreno Galván fue desde entonces víctima de persecuciones, varias detenciones y procesamientos a lo largo de su vida y nunca pudo ayudar a Pedrosa con esta idea.  

El único viaje que el Guernica hizo a Latinoamérica fue a la II Bienal de Sao Paulo, donde fue exhibida hasta febrero de 1954 en el Museo de Arte Moderno de esa ciudad gracias a la gestión de Cícero Dias, artista y amigo de Picasso. Las consecuencias de muchos viajes ya afectaban la obra y lo cierto es que su autor no estaba seguro de enviarla a Brasil. Sin embargo, de acuerdo a su viuda, Raimunda Dias, lo convenció el argumento de que su traslado era la única forma de que el pueblo brasileño pudiera conocerla, ya que su pobreza jamás les permitiría viajar a verla.

Guernica se quedó por décadas en el MoMA hasta su viaje final a España, con la llegada de la democracia en 1981. Su último traslado fue en 1992 al Museo Nacional Reina Sofía, donde se encuentra hasta hoy en exhibición permanente.

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