Trece profesionales del MSSA escogieron su obra favorita de la colección, a propósito del día del Patrimonio Cultural 2020, celebrado en forma digital debido a la cuarentena por COVID-19.

Daniela Berger, Ignacia Biskupovic, Elisa Díaz, Pamela Fuentes, Soledad García, María Victoria Martínez, Daniela Parra, Lorna Remmele, Camila Rodríguez, Sebastián Valenzuela-Valdivia, Marianela Soto, Caroll Yasky y Claudia Zaldívar aceptaron el desafío de abrir sus memorias personales, conectarlas con la colección del Museo en el que se desempeñan y poner a disposición pública sus reflexiones.


Lilo Salberg, Hoy a menudo recuerdo, 1975, collage sobre tela, 95,9 x 49,5 x 2,5 cm

“Cuando la miro a veces, siento que puedo escuchar sus gemidos”

“Esta obra radicaliza la operación del colage que encontramos en otros trabajos de Lilo Salberg, y lo tiñe a mi juicio, de un particular dramatismo. Fue realizada en 1975 por esta artista alemana radicada en Chile, en el contexto del encarcelamiento de su amigo Hugo Rivera-Scott, quien dona esta obra al MSSA en 2019.

La artista crea esta pieza en homenaje a su más cercano discípulo y maestro, lamentándose de su prisión. En ella retrata el objeto del artista por definición: la paleta del pintor, que aparece aquí amarrada, encadenada, violentada por trozos de cuchillas y pintura a modo de sangre, presentando la revuelta camisa, arrugada, aplastada. Cuando la miro a veces, siento que puedo llegar a escuchar sus gemidos”.

 

Daniela Berger Prado, historiadora del arte, curadora. Es coordinadora de programación del MSSA hace 4 años y medio. Hoy se encuentra en período de postnatal.

 

 


Victor Vasarely, Dess, 1964, collage sobre cartón y madera, 200 x 200 cm

“Cada color está ahí de mil formas diferentes, dejándose afectar por los otros que cohabitan ese espacio”

“Estaba ahí cuando entré a trabajar. Me encontré con ella cuando volví a dar con este museo hecho de donaciones solidarias de artistas de todo el mundo, como si sus obras fueran retazos de una memoria común. Y ahí estaba, enmarcada de negro y ocupando todo el muro, flotando en el medio, sin pasar desapercibida. La miré de lejos y la miré de cerca, atraída por esa vibración que parecía salir de ella. Entrecerré los ojos y me sobresalté cuando me di cuenta que no era una solo pintura, sino que era un collage de cientos de papelitos de color, cientos de figuras cuidadosamente pegadas, como un mosaico, unas junto a otras en un gran laberinto que se enreda y desenreda con las vueltas de mi vista. 

Cada color está ahí de mil formas diferentes, dejándose afectar por los otros que cohabitan ese espacio. Como cuando hicimos mediaciones con esa obra junto a niños, niñas y jóvenes, la presentamos como un rap. Otras veces, como una coreografía, como un collage de aplausos y movimientos, de historias contadas por quienes compartimos un momento de juego o de reflexión juntos. Nos reímos. ¿Será eso lo que Vasarely entendía por solidaridad?”.

Ignacia Biskupovic, artista y educadora. Trabaja hace cinco años en el MSSA y es su encargada de vinculación con el territorio.

 

 


 

Carlos Cruz-Diez, Physicromie Nº 1081, 1977, ensamble mixto (acrílico, metal, papel, pintura), 100 x 100 x 4,2 cm

 “Tiene como protagonista al color como elemento puro”

«Physicromie Nº 1081 tiene como protagonista al color como elemento puro y su versatilidad como fenómeno dependiente de la luz. Donada al museo en 1976 por el artista venezolano Carlos Cruz-Diez, como apoyo solidario al pueblo chileno, esta pieza forma parte de una serie llamada Fisicromías, cuyas obras tienen la característica de que a través de la interacción con el color van generando nuevos colores dentro de la imagen. Además, su construcción permite múltiples facetas como consecuencia de su efecto lenticular. Por este motivo la obra nunca es percibida en su totalidad sino en sus múltiples posibilidades, creando un diálogo con el espectador que depende del punto de vista desde el cual se observe. 

La primera vez que me enfrenté a esta obra sentí un vínculo especial ya que su técnica, y lo que representa, es un elemento tangible y experiencial del fenómeno del color. Este un campo de estudio en mi área de trabajo que siempre me ha fascinado y al cual me dediqué por varios años como docente del módulo de ‘Color aplicado’, que esta obra representa en su totalidad».

Elisa Díaz Browne, licenciada en artes visuales, especialista en conservación. Hace dos años es segunda conservadora del MSSA.

 

 


 

Amalia Nieto. Espacio, Forma, Color Nº XVII, 1968, óleo sobre tela, 130 x 100 cm

“Infaltables curvas de nuestros paisajes latinoamericanos, que a primera vista producen atracción y un placer inevitable”

“Amalia Nieto fue una gran artista uruguaya, que a diferencia de otras mujeres artistas, tuvo el privilegio de estudiar y perfeccionar su talento, al mismo tiempo que ser reconocida entre sus pares por su gran maestría. Al día de hoy sabemos que muchas mujeres artistas fueron olvidadas por la historia del arte y Amalia afortunadamente ha estado siempre vigente. 

Como personaje, se trata de una mujer que me parece tremendamente moderna, tanto en cómo llevó su vida, como en el tipo de obra plástica que desarrolló y para mi, como mujer feminista, me inspira profundamente. Autora de numerosas obras abstractas, esta que pertenece a la Colección del MSSA es bastante representativa de su estilo particular y me parece que también habla mucho de su época y de su procedencia. Es una obra geométrica pero con los colores vivos de nuestros atardeceres y las infaltables curvas de nuestros paisajes latinoamericanos, que a primera vista producen atracción y un placer inevitable”

Pamela Fuentes, licenciada en artes. Integra el área de Programación del MSSA desde noviembre del año pasado.

 

 


 

Hanns KARLEWSKI, Ankdammen (Estanque de patos), 1975, escultura, 86,8 x 85,4 x 85,4 cm

“El tono alegre e infantil se oscurece cuando identificamos a los jugadores retratados en el estanque” 

“Cuando estaba buscando las obras para preparar la exposición Pop crítico (2016) con la Colección del MSSA, esta obra me generó risas y simpatía. Con un sarcasmo evidente, la obra se burla de aquellas falsas noticias que aparecieron en la prensa sobre la Guerra de Vietnam en los años 70. El artista sueco Karlewski elaboró la obra desde un proyecto educativo sobre la imagen y el mito de las noticias, elementos que hoy se han denominado como posverdad. Y lo hizo con un énfasis didáctico para niñas y niños. La obra está ideada para que los más pequeños enganchen con la pieza ya que es una escultura que tiene una altura baja y con varias figuras reconocibles realizadas en papel maché a modo de juegos, como “tres niños”, patos, pistolas y un barco. 

El tono alegre e infantil que tiene la obra se oscurece cuando identificamos a los jugadores retratados en el estanque: el Presidente Gerald Ford, el secretario de Estado, Henry Kissinger y el secretario de Defensa, Donald Rumsfeld; líderes del ataque contra Vietnam. Karlewski los retrató como niños en una bañera a partir del reporte que publicó el periódico Daily News en Estados Unidos, donde celebraban la victoria frente al ataque de un barco carguero al sur de Vietnam. Este en realidad, nunca llegó”. 

Soledad García, historiadora del arte. Es coordinadora del área de Programas Públicos del MSSA hace 3 años.

 

 


 

Kazuya Sakai. Sin título, sin fecha, acrílico sobre tela, 217 x 693 cm.

“No me es posible mirar a ningún otro lado cuando estoy frente a ella. Es envolvente y rítmica, como la música»

“No me es posible mirar a ningún otro lado cuando estoy frente a la enorme pintura de Kazuya Sakai. Es envolvente y rítmica, como la música. El rojo pulsa como nota de fondo y el verde, el azul y el amarillo resuenan vibrantes sobre él. Las líneas curvas me recuerdan las estrías de un disco de vinilo, seguramente uno de ese jazz neoyorkino que le gustaba a Kazuya. Es que a mi también me gusta el jazz. En su monumentalidad, no veo la pintura sino que entro en ella. Ingreso por las bandas, cuál disco giro en círculos y me expele por el otro extremo, y vuelvo a entrar, como si fuera una montaña rusa.

Kazuya Sakai fue un artista japonés-latinoamericano; pintor, curador, literato y traductor. Creció en Japón y al volver a Buenos Aires no recordaba hablar español. En Nueva York lo marcaron los colores del pop-art y el ritmo del jazz. En México, donde hablaba español con acento mexicano, trabajó en la Revista Plural junto a su amigo Octavio Paz, condujo programas radiales de jazz y maduró su característico estilo pictórico geométrico. Esta obra Sin título la dona en 1972 a través del envío mexicano, el cual fue el primer envío internacional en llegar a la colección del Museo de la Solidaridad”.

María Victoria Martínez, licenciada en artes visuales. Es coordinadora subrogante del área de Programación del museo y productora de exposiciones. Trabaja en el MSSA hace 4 años.

 

 


Leonilda González, Novias revolucionarias XII, 1968-69, xilografía, 90 x 56 cm

“En la obra, la muerte de la libertad es velada por heroínas campesinas, donde la resistencia es fuerza, pero ¿el matrimonio…?”

“’Mi madre largó el arado, desprendió el caballo, lo montó y llegó a las casas a todo galope para mandar a buscar a tiempo la comadrona. Era una espléndida mañana del 2 de febrero-Acuario-de 1923, cuando nació una niña que bautizarían con el nombre de Leonilda’. Así describe el día de su nacimiento la artista uruguaya Leonilda González.

En la obra, la muerte de la libertad es velada por heroínas campesinas, donde la resistencia es fuerza, pero ¿el matrimonio…?

Lo que un hombre, en los años treinta, confundió como falta de civilización femenina era en verdad falta de lealtad a la civilización. A esa civilización externa, impuesta y severamente educadora. La misma que envió a mi bisabuela Hilda Rosa González a un convento en el norte, obligada a cambiar su rural Ovalle por el desértico Potrerillos, para educarse como ‘mujer bien’, y así aprender a tejer, bordar, cocinar, lavar y cuanta otra cosa se les ocurrió que necesitaba para ser digna y poder casarse.

El compromiso debe ser con la civilización interna, esa donde la libertad es voto y va unida fraternalmente con el amor; donde la felicidad puede ser una canción de Raffaella Carrá, el olor a pasto, el olor a mar o el olor a otrx, que te quiere, porque eres tú y eres libre.  

¡Aguanten las González!»

Daniela Parra, licenciada en artes. Es diseñadora gráfica del MSSA hace dos años.

 

 

 


María Luisa Parraguirre, Tristeza de siglos sostengo en mis manos, 1971, aguafuerte, 35 x 50,5 cm

“Me llamó inicialmente desde su título porque me hizo conectar con nuestro presente colectivo”

“Este grabado fue donado al museo en 1971 por su propia autora, la artista mexicana María Luisa Parraguirre, quien lo envió como respuesta a la primera convocatoria a artistas. De esta creadora latinoamericana existe escasa información. ¿Acaso no ha sido siempre así para mujeres y disidencias a lo largo de la historia, sobre todo en estos territorios? ¿Borrades, entristecides?

Esta obra me llamó inicialmente desde su título porque me hizo conectar con nuestro presente colectivo. Pienso en la tristeza que nos embargaba desde antes de la revuelta. En cómo muches la arrastrábamos sin saberlo. La de un fracaso, la de un país quebrado de tanto capitalismo, de una normalidad invivible. Afectación que se encuentra en el estallido porque no solo nos quieren aniquilar de pena, sino también exterminarnos en la materialidad, por estos tiempos expandiendo el hambre y el plomo. Incluso nos quieren aniquilar la poesía. ¿Cuánta tristeza más nos puede caber?

Nuestras manos pueden contener tristeza de siglos, pero también alzarse, crear, combatir, estrecharse, acariciar, dar calor. En un punto esas manos desembocan en solidaridad. Dos años antes de la dictadura María Luisa, como si supiera los dolores venideros, nos ofrendó ese sentir infinito, esa afectación inagotable que nos repliega, pero que es también (re)generadora de empatía y fortaleza en nuestro interior”

Lorna Remmele, licenciada en arte. Hace 3 años es fotógrafa en el MSSA.

 

 


Laura Márquez, Composición, 1967, óleo y témpera sobre tela, 99 x 99 cm

“Nos revela su inspiración a la hora de representar fórmulas artesanales de su cultura a través de la pintura”

“Laura Márquez (1929) es una pintora y grabadora pionera del Arte Moderno en Paraguay, que participó activamente de movimientos artísticos como la abstracción geométrica, el arte óptico y el arte conceptual. La obra que escogí pertenece a la serie Ñandutí dorado, donde la artista rememora la tradición paraguaya que evocan los textiles artesanales llamados ñandutí, hechos con encajes de agujas sobre bastidor y que recrean figuras geométricas en forma radial, con hilos blancos y de vivos colores.  

En 2018 tuve el privilegio de restaurar esta obra para la exposición Debut. Presentaba problemas tanto en la tela como en su capa pictórica, tras más de 30 años guardada en los depósitos del MNBA, antes de ser restituida al MSSA. Este proceso me dio la posibilidad de acercarme a los procesos íntimos de su creación, leyendo detalles que nos hablan de su poética personal, del valor de su técnica y de la selección de sus materiales. Una observación que develó el dibujo preliminar trazado por Márquez, nos revela su inspiración a la hora de representar fórmulas artesanales de su cultura a través de la pintura. Esa labor comienza desde el centro, fingiendo una suerte de pequeño bastidor que va creciendo en círculos radiales, para luego construir un entramado geométrico que da vida a la obra”.

Camila Rodríguez, magíster en conservación y restauración. Es conservadora jefa del MSSA hace cinco años.

 


Gracia Barrios. Multitud III, 1972, retazos de telas cosidas, 300 x 800 cm.

“Siento que es un llamado a nuestro ser colectivo: una invitación a mantenernos unidos y hacernos oír”

Es una obra textil de gran formato, cuyo origen se remonta a inicios de 1972,  cuando Gracia Barrios -convocada junto a otros connotados artistas nacionales- la crea para ser exhibida en el hall principal del edificio de la UNCTAD III. Estuvo perdida casi 30 años, fue recuperada de manera insospechada y regresa  a manos de su creadora, quien, posteriormente, la dona a la colección del MSSA.

Más allá de la fuerza que tiene, su tamaño y colorido impresionantes, me inspira porque representa al pueblo en persecución de un sueño. Siento que es un llamado a nuestro ser colectivo: una invitación a mantenernos unidos y hacernos oír. Somos pueblo, tenemos derecho a soñar nuestro país, y por consiguiente, el deber  de visibilizar las desigualdades y gritar las injusticias a viva voz.

Marianela Soto Moncada, educadora diferencial. Hace 5 años es recepcionista del MSSA.

 

 


Valentina Cruz, Pieles de mujeres fieles a ser examinadas por el doctor de turno, 1966, ensamble mixto (látex, pintura, acrílico y madera), 135 x 125 cm

“Un manejo vanguardista en los materiales, en las formas y en el discurso”

“Llevo varios años estudiando el arte chileno y latinoamericano, particularmente la presencia del cuerpo propio del artista en la obra. He visto muchas propuestas pero una de mis preferidas es esta obra realizada en 1966 por la artista chilena Valentina Cruz. En julio de 2016, en la exposición La emergencia del pop, irreverencia y calle en Chile del MSSA, participaron múltiples obras que podrían clasificarse como una antesala al conocido trabajo corporal de fines de los años 70 y comienzo de los 80. Aquí, las curadoras Soledad García y Daniela Berger expusieron tres trabajos inéditos de Valentina, era primera vez que veía estas obras. Particularmente en esta pieza, observo un manejo vanguardista en los materiales, en las formas y en el discurso. Al parecer, su clásico estudio en la Universidad Católica de Chile tuvo su efervescencia entre 1965 y 1966, años donde se trasladó a Nueva York y produjo una serie de obras escultóricas experimentales donde la corporalidad y las emociones eran encapsuladas y sometidas al encierro. Una posible metáfora a lo que prontamente se venía para la historia en Chile”. 

Sebastián Valenzuela-Valdivia, investigador en arte. Desde el año pasado es encargado de acceso y difusión del Archivo MSSA.

 

 


Julio Le Parc, Serie 23 Nr. 14-21, 1976, acrílico sobre tela, 171,1 x 171,4 cm

“Es totalmente cautivadora y emite una energía magnética que activa el movimiento de nuestros cuerpos”

“Cuando estaba en mi último año escolar visité una exposición de Julio Le Parc en el Centro de Extensión de la UC y me dejó literalmente dada vuelta, maravillada. Tenía muchas obras cinéticas, varias de ellas motorizadas. La efervescencia sensorial que me provocó todavía la atesoro como un despertar estético que marcó mi camino profesional. Con los años descubrí los fundamentos teóricos detrás de su obra y gracias al Archivo del MSSA, conocí de primera fuente su activismo político y las múltiples acciones solidarias que lideró en París durante el periodo del exilio latinoamericano. Más me gustó.

De la serie Surface couleur, esta pintura donada al museo durante su etapa Resistencia, fue producida como un ejercicio de investigación de experiencias que va combinando un espectro de 14 colores en el plano. La asociación de la imagen con la diana del blanco de tiro crea una estructura minimalista en la cual cada círculo de color parece surgir del anterior. Es totalmente cautivadora y emite una energía magnética que activa el movimiento de nuestros cuerpos curiosos hacia ella. Nos atrae y luego nos repele como si estuviésemos amarrados a ella por un elástico”

Caroll Yasky, historiadora del arte. Es coordinadora del área Colección del MSSA hace 7 años.

 


Antonio Dias. Bandera 1972 (2012), instalación, 400 x 600 cm altura 1000 cm

“Cruza mi historia con el devenir del museo: fue la primera obra que recuperamos en mi gestión como directora”

«Entre tanto afectos y admiraciones, qué difícil es elegir una obra favorita de la Colección MSSA. Sin embargo, escojo Bandera del artista brasileño Antonio Dias porque en ella se cruza mi historia personal con el devenir del museo: fue la primera obra que recuperamos en mi gestión como directora.

Supe de la existencia de ese proyecto de obra cuando realizaba mi tesis de pregrado sobre el Museo de la Solidaridad, a comienzos de los noventa. Justo cuando cerraba esa investigación, se me comunicó que Miguel Rojas Mix había donado un número importante de documentos que había sacado de Chile para el golpe de Estado. Entre ellos encontré una carta preciosa de 1972, de Antonio a Mário Pedrosa, donde le explicaba que estaba experimentando con la pintura, yendo más allá de los límites convencionales. Su propuesta artística estaba en total sincronía con la postura de Pedrosa respecto a un arte más revolucionario, más experimental, fuera del sistema de consumo. En la carta, Dias hacía su propuesta de donación: no era una obra para ser colgada al interior del museo sino que consistía en una simple bandera roja, sin diseños ni inscripciones, que fuera tan grande para que fuese `visible para todo el Pueblo´. Se instalaría fuera del museo, confundiéndose con la vida misma y se realizaría una postal para que se la llevara el público. El Museo de la Solidaridad iba a instalarse en el Edificio de la Raza en el Parque O’Higgins, pero vino el golpe y todo el proyecto museo se invisibilizó.

Esa carta formó parte de mi tesis y la olvidé. Dos décadas más tarde, cuando asumí la dirección de Museo en 2012, realizamos una exposición de celebración de sus 40 años. La carta volvió a surgir en la investigación curatorial y tomamos la decisión de contactar al artista para concretar la obra. Así, después de 40 años y sin conocerlo, llamé a Antonio a Río de Janeiro para proponerle materializar ese proyecto. Él no recordaba la carta pero se emocionó mucho, era muy cercano a Pedrosa. Así inauguramos la exposición Museo de la Solidaridad por Chile con su gran bandera roja en el antejardín del museo; la izamos junto a Dore Ashton, única integrante del CISAC con vida en esos años, que viajó especialmente para esta inauguración.

En noviembre de 2013 conocí personalmente a Antonio en Brasil, un hombre maravilloso, de una calidad humana indescriptible, un gran artista. Después de estar días compartiendo, me propuso donar otra obra: Project for a People´s Flag [Proyecto para una bandera del Pueblo], una serigrafía de una bandera roja de 1972, que también es parte de la Colección. Antonio murió hace dos años y su bandera flamea permanentemente en el Museo de avenida República.»

Claudia Zaldívar, historiadora del arte. Es directora del MSSA hace 8 años.

 

 

 

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