Esta experiencia colaborativa reunió a educadores y mediadores de diversas instituciones para diseñar colectivamente una microcuraduría enmarcada en la exposición de la Colección Las ideas felices son así. ¡Descubre los resultados de este trabajo en la reapertura del Museo en marzo!

El pasado 16 de enero se realizó la última sesión del ensayo curatorial Tensionar lo individual, crear comunidad en el Museo de la Solidaridad Salvador Allende, una experiencia que reunió a profesionales del área educativa formal y no formal para trabajar en una microcuraduría en el contexto de la exposición Las ideas felices son así. Este proyecto, marcado por un enfoque colaborativo y orgánico, fomenta el intercambio de saberes y prácticas entre los participantes, como un gesto de solidaridad y colaboración.

El grupo estuvo conformado por Matías Cornejo, miembro del área de Mediación y Educación  del Museo Nacional de Bellas Artes; Paulina Salinas Reyes, mediadora artística del Museo del Carmen; José Miguel Frías, de la Unidad Cultura de Pedro Aguirre Cerda; Deysi Cruz, encargada de Extensión y Educación del Museo de Arte Popular Americano (MAPA); Mirko Ortega, profesor de Artes Visuales; María Carla Prado, docente de filosofía del Liceo de Aplicación, y Marcela Torres Hidalgo, coordinadora de Servicios Educativos del Museo Histórico Nacional (MHN), quienes trabajaron desde diversas perspectivas para construir esta propuesta colaborativa.


Durante cuatro sesiones las y los educadores identificaron los conceptos claves que les interesaba explorar y seleccionaron las seis obras que formarán parte de su micro exposición. A medida que avanzaban en su propuesta, se adaptaron a los descubrimientos que surgían en cada encuentro y, para organizar el trabajo, se dividieron en tres comisiones: una encargada del texto curatorial, otra del diseño de un dispositivo de mediación y una tercera dedicada a la museografía.

Para los participantes, esta experiencia significó enfrentarse a desafíos.  “Ha sido fascinante compartir, debatir ideas y llegar a consensos, dejar volar la imaginación y explorar las posibilidades. Creo que lo más desafiante al final del proceso creativo es aceptar que la realidad siempre es más limitada que la imaginación. A pesar de eso, me siento muy feliz de haber formado parte de esta co-creación”, reflexiona Deysi Cruz (MAPA).

Marcela Torres (MHN), asegura que “fue un trabajo muy democrático y horizontal. El equipo del Museo tenía mucha información y conocimiento respecto a las obras de su Colección y permitieron que nosotros pudiéramos intervenirla con nuevos enfoques y miradas, lo cual es muy valioso”. 

Por su parte, Mirko Ortega (profesor de Artes Visuales) agrega que el desarrollo de esta actividad les “permitió aprender sobre arte desde otra perspectiva y enriquecer la práctica curatorial de manera colectiva y diversa”. 

El corazón de la exposición 

El resultado de este trabajo colaborativo se traduce en una micro exposición que funciona como una metáfora de lo orgánico y el ciclo de la vida. Las obras seleccionadas trazan un recorrido que va desde lo individual, representado por elementos primordiales presentes en las obras, como las células, hasta lo colectivo, explorando la relación entre estos conceptos y su conexión con la memoria compartida. Ejemplos de esta transición se reflejan en la selección de las piezas Bacilo de la alegría (1970) de Jorge Luis Ducet, La memoria (1969) de Pedro Pont Vergés, Células fósiles (1971) de Nancy Graves, Sin título (sin data) de Milvia Maglione y Educación Revolucionaria (1976) de Clemencia Lucena.

Al realizar esta curaduría, el grupo pensó esta sala como el corazón de la exposición, una invitación para que otros  públicos puedan reinterpretarla desde sus propias lecturas y experiencias, potenciando el significado de la muestra. “Quisimos crear un espacio íntimo y seguro donde el espectador pueda sumergirse en una experiencia personal y colectiva, ser parte de algo mayor, de una red, de un tejido, de una constelación”, dice Deysi Cruz (MAPA). Para simbolizar esta conceptualización espacial, que busca también conectar la presencia y el aporte de otras comunidades que colaboran con la exposición en el segundo piso, decidieron incorporar el tapiz Janus (1964) de Jean Lurçat como una suerte de obra-bisagra que abre portales de comunicación entre lo que sucede en las salas de arriba y abajo, como también entre el pasado y el presente. Lo anterior se explica ya que Janus, representado en la obra, en la mitología romana era el Dios que regía sobre las puertas, los pasajes y el transcurso del tiempo. Se le asociaba con los inicios y los finales, por ello su cabeza bicéfala, así como con la conexión entre el pasado y el presente. 

Siguiendo esta idea es que los participantes están trabajando en un dispositivo de mediación textil que acompañará esta obra de la Colección e invitará a los públicos a ser parte de lo colectivo por medio del tejido y sumar tramas a la urdimbre que será instalada en sala.

«Creemos necesario darle importancia a la experiencia de las personas, permitirles habitar el museo como propio, dejar un rastro, un trocito de ellos en las exposiciones que se proponen. No es solo ir a observar y conocer una obra, sino darles el espacio de experimentarla, vivenciarla multisensorialmente. Abriendo puertas también a una diversidad de individualidades para crear una colectividad», dice Paulina Salinas (Museo del Carmen).

La propuesta resultante de este ensayo curatorial podrá verse en la sala 2 de Las ideas felices son así desde el 11 de marzo de 2025. ¡No te lo pierdas!

 

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