Una videoperformance, piezas textiles, dibujos, objetos y fotografías componen la muestra que la artista presentará, a partir del 5 de octubre, en el Museo de la Solidaridad Salvador Allende.

El próximo sábado 5 de octubre, en el Museo de la Solidaridad Salvador Allende, la artista Gabriela Carmona Slier inaugura su exposición Cuando el sonido del mar se detuvo, muestra que aborda la indagación de su propio cuerpo como símbolo y soporte social, y que cuenta con texto curatorial de Gloria Cortés Aliaga. 

La muestra se compone en torno a la poética y contenido de la videoperformance del mismo nombre –Cuando el sonido del mar se detuvo– realizada en 2021. En ella, a modo de gesto expiatorio, la artista relaciona gestos, palabras y corporalidad de un cuerpo que se torna ausente y el dolor de su propio cuerpo que sigue con vida. Junto a la videoperformance, se exponen de manera inédita objetos, fotografías, dibujos y piezas textiles. 

Gabriela Carmona (Santiago de Chile, 1980) es artista visual y profesora de Artes por la Universidad Finis Terrae. Para la creación de su obra utiliza diversos medios, tales como la instalación, la performance y el video. Sus propuestas transitan desde un imaginario subjetivo, que indaga su biografía y el uso de la corporalidad. Mediante el trabajo performativo, evoca desde la intimidad, situaciones alojadas en la memoria del cuerpo e infancia, lo que la ha llevado a vincularse emocional y políticamente con su género.

La memoria, el dolor y la sanación

El trabajo que Gabriela Carmona presenta en esta exposición está relacionado con  un proceso investigativo y artístico previo, cuyo origen se ancla específicamente en el dolor colectivo causado por la muerte y las desapariciones forzadas en dictadura civil-militar en Chile.

Gabriela Carmona Slier. Serie Encarnapieles (2024). Fotografía: Croma Registros

“El dolor frente a la desaparición de los seres queridos, se vincula con experiencias propias y desde el cómo soportar ese dolor –inimaginable-, de no saber dónde están sus cuerpos, de no poder encontrarlos.”, comenta Gabriela sobre el por qué decide trabajar a partir de este hecho.

En 2020, la artista comenzó a trabajar en una investigación en torno a la frase “Quiero llorar mares” de Ana González, histórica defensora de los Derechos Humanos. Esa frase y sentimiento movilizó a Gabriela a convocar una acción donde decenas de mujeres le donaron ropa usada de color rojo con frases y testimonios escritos, telas con las que ella cosió un gran manto textil que llevó a la orilla del mar para realizar una acción performativa. 

La videoperformance Cuando el sonido del mar se detuvo, se exhibe en una de las salas junto a un riel de ferrocarril que tiene grabada la frase “No vas a volver”, es una cita directa a los cuerpos lanzados y desaparecidos en el mar. 

“La presencia del mar es simbólica y tiene un carácter ambivalente, por un lado, como testigo de este suceso macabro y contenedor silencioso de los cuerpos arrojados a sus profundidades, y por otro el  mar como un gran espacio de tregua, de sanación, un consuelo para calmar nuestras almas, frente al sufrimiento del que somos parte como sociedad y humanidad, en el ciclo eterno de la vida la muerte” cuenta la artista.

Con las telas utilizadas en la performance, la artista confeccionó lo que ella denomina como “encarnapieles”, piezas textiles de distintos tamaños y formas, imaginadas como pieles o abrigos para su cuerpo. Para esta exposición se exhibirán siete de esas obras en una de las salas, acompañadas de dibujos sobre papel que indagan desde el inconsciente, la experiencia y colectividad.

“Los encarnapieles conllevan un deseo de crear formas que nos recuerden las ausencias, por medio de estas pieles vacías de cuerpos que no sabemos dónde están. Por eso quiero abrir un canal hacia el cielo, un umbral para no olvidar, hacer un duelo y crear ritos que expíen el dolor”, reflexiona la artista. 

Estas piezas textiles, con frases escritas por las mismas mujeres que las donaron y por la artista, dan cuenta también de sus historias. Finalmente, a través de esos relatos y narrativa, no solo quedan en evidencia sus testimonios, sino que se genera un espacio de sanación. Un deseo que la artista manifiesta a lo largo de toda su exposición. 

 

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