En el marco de la Semana de la Educación Artística, el Museo de la Solidaridad Salvador Allende recibió a 20 niños y niñas del Jardín Zona de Niños para participar de un taller en el que, a través del arte y el juego, reflexionaron sobre los vínculos entre la naturaleza y el cuidado de ellos mismos.
El pasado 16 de mayo, el Museo de la Solidaridad Salvador Allende (MSSA) se sumó a la Semana de la Educación Artística (SEA), cuyo lema este año era “Territorio de Recados”, inspirado en la obra y pensamiento de Gabriela Mistral. Para ello se desarrolló el taller La naturaleza y sus ciclos: otoño e invierno, un espacio pensado especialmente para los niños y niñas del Jardín Zona de Niños, ubicado en el Barrio República.
En la actividad, que fue dirigida por la poeta y educadora Marjorie Huaiqui, junto al equipo de Mediación del MSSA, niños y niñas vivieron una experiencia sensorial y pedagógica que combinó arte, juego y reflexión sobre el cuidado del entorno natural, con el propósito de sembrar conciencia temprana sobre el vínculo entre naturaleza y bienestar humano.
Obras con historias

Recorriendo el Museo.
La jornada comenzó en el antejardín del museo. Como bienvenida, cada niño recibió un distintivo en forma de ramita, que colocaron en su ropa como símbolo de pertenencia al grupo y de conexión con la experiencia. Luego, tomados de un gran textil que simulaba una raíz, comenzaron su recorrido por el museo, representando colectivamente un árbol que se mueve, siente y se transforma.
El primer encuentro fue con la obra Nacimiento, planeta arcoíris (2019) de la artista Valeria Montti, un estallido de colores rosados que evocan la belleza de las flores y la naturaleza. Frente a la obra, los niños escucharon un relato que hablaba del valor de tener “un corazón tierno dispuesto a cuidar la tierra”.
La segunda estación los llevó a la sala de las grullas de colores, donde fueron recibidos por la obra La Palabra Ancestral (1991) de la artista Tatiana Álamos. Según el relato, la pintura también tiene corazón y siente como las personas. En este espacio, cada niño recibió una bolsita con semillas —de porotos, lentejas, caléndula y hierba gatera— como un regalo simbólico del árbol, que les confiaba una misión: convertirse en guardianes de la naturaleza, cuidando las semillas como a ellos mismos.
Manos en la tierra

Regando el Huerto del Museo.
La última etapa de la experiencia se vivió en el huerto del Museo. En este espacio los niños reflexionaron sobre el descanso de la tierra, reconociendo que, al igual que ellos, el suelo también necesita reposar para volver a florecer. Guiados por Marjorie, los participantes plantaron sus semillas en macetas que luego regresarán a su jardín, con los brotes germinados como testimonio vivo del proceso.
Antes de despedirse, cada niño recibió una pequeña regadera de juguete para continuar con el cuidado de sus plantas. También regaron el huerto del museo con entusiasmo, dejando una huella de afecto en el espacio que los acogió.
“Este tipo de actividades permiten que los niños comprendan el entorno, sentirse parte de una naturaleza que está viva y que les responde también en una comunicación en donde está siempre constante. Es como dejar también en ellos una semilla. Como si la actividad que hicimos —el trabajo de plantar una semilla, que después brote y se la lleven al jardín o a sus casas— es también un poco lo que hicimos en ellos; dejamos una semillita para que cuando sean adultos sean conscientes del entorno”, reflexionó Marjorie sobre la actividad.
Por su parte, Paulina Orellana, coordinadora de la Unidad Técnico Pedagógica del Jardín Zona de Niños, quien acompañó a los niños en el recorrido, agradeció la instancia: “Para nosotros como jardín ha sido súper importante mantener el vínculo con el Museo, porque es un lugar que nos acoge, nos atiende y comprende cada vez más la necesidad de los niños en cada una de las actividades que hemos realizado. Los niños pudieron tocar, explorar, sentir, oler y mirar. Estamos muy contentos.”
El taller La naturaleza y sus ciclos: otoño e invierno se enmarca en la exposición Las ideas felices son así, y sigue la línea de trabajo del MSSA de tender puentes entre el arte contemporáneo, la educación y las infancias, reconociendo en ellas presentes activos en el cuidado del mundo que habitamos.

Jugando en la obra Carrusel (2012) de la artista Manuela Flores.