Isabel Cáceres, archivista del MSSA, trabajó en la clasificación de los más de 2.300 documentos del fondo fotográfico del museo. Aquí cuenta sobre los procesos de reconstrucción de la memoria visual llevados a cabo, y de la importancia de considerar la fotografía como un documento. 

Durante el año 2016 he participado en la gestión del fondo fotográfico del Museo de la Solidaridad Salvador Allende, compuesto por 2300 documentos, entre los que se encuentran fotografías soporte papel, tiras de contactos, diapositivas y negativos, que forman un conjunto orgánico de documentos de las actividades y funciones realizadas por esta institución, tales como registro de exposiciones, registro de actividades de sus miembros y registro de la colección. Trabajar en la clasificación y ordenación de las fotografías del museo da pie para una larga investigación no solo sobre la especificidad material de las fotografías, sino sobre la historia de la institución y sus funciones más específicas, ya veremos por qué.

En un trabajo que realicé anteriormente (sin divulgación) sobre álbumes fotográficos, analicé especialmente su tratamiento desde el punto de vista archivístico. Realicé una investigación sobre su historia desde el punto de vista de su fabricación, pero principalmente como artefacto privilegiado para coleccionar fotografías. Éste, sin duda, se puede concebir como el primer sistema de almacenamiento de fotografías familiares y científicas que, fruto del desarrollo industrial de la fotografía, hizo necesario fabricar una solución para su almacenamiento y conservación. Así, este este objeto se volvió un riquísimo gabinete de fotografías (a las que muchas veces se le añade anotaciones de sus productores o fotógrafos), cuyo contexto de producción y de ordenación provee a cada fotografía de un valor de conjunto excepcional.

Tanto en el análisis sobre los álbumes fotográficos como en la organización del Fondo Fotográfico del Museo, fue muy importante reconocer que se debe abordar la fotografía como un documento de archivo producto de funciones o actividades de la institución. Este aspecto es fundamental y clave para la organización del fondo fotográfico, de la misma forma que lo es para la organización de cualquier otro. Por este motivo, entre las tareas que involucra la gestión de un fondo fotográfico a saber: clasificación, análisis e identificación de los soportes y formatos, ordenación, instalación, conservación y descripción; la clasificación archivística es una de las principales. Sobre este punto es preciso reconocer y clarificar lo siguiente: dados los atributos de la fotografía como imagen, ya sea como referencia de lo “real” o como ficción, generalmente se le ha considerado como fuente testimonial por el contenido que alberga, ya que aporta mucha información de un momento o de una acción determinada.

La idea de que la imagen se basta a sí misma conlleva una carga de contenido que complica una verdadera organización archivística cuando se trata de organizar un fondo. Esto es así porque una verdadera organización no se guía en un primer momento por el contenido, sino por el contexto que la produjo. Llamativo puede ser el caso, por ejemplo, la práctica de retirar las fotografías de álbumes, no por criterios de conservación, sino para agruparlas junto otras fotografías del mismo contenido. La pregunta que vale en cualquier análisis para realizar una buena clasificación no es que “dice” la foto, sino ¿Cuál es su función? ¿Con cuál o cuáles funciones se relaciona con la institución donde se encuentra? ¿Por qué se ha guardado? ¿Hay documentos relacionados que aporten información sobre el contexto de creación de una determinada fotografía? Acentuar el contexto de creación, su función, para qué fue hecha o por qué se conserva cierta fotografía es uno de los aspectos más desafiantes e importantes desde el punto de vista archivístico, ya que remite a realizar el análisis de las series fotográficas de acuerdo a la función del productor (no autor, aunque en algunos fondos coincide) y determinar o crear el cuadro de clasificación. 

El hincapié, entonces,  es considerar la fotografía como documento y concentrar los esfuerzos en realizar una descripción de las series o inventario de acuerdo a las funciones de la fotografía. Esto conlleva un gran interés en la reconstrucción de la memoria visual de una institución y es también una de las características más interesante de trabajar con los fondos de museo.

Bibliografía:
– Ancona, André Porto (2005). La clasificación archivística como actividad previa para la descripción de documentos imagéticos. En: Imágenes e investigación social. Instituto Mora. México.
– Gutiérrez, Andrés (2010). Museología y documentación. Criterios para la definición de un proyecto de documentación en museos. Ediciones Trea. Asturias.

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