Dos obras de artistas argentinos, Federico Brook y Ennio Iommi fueron restauradas recientemente en el contexto del proyecto de investigación sobre el conjunto de treinta y dos esculturas de la Colección del Museo de la Solidaridad Salvador Allende, donadas durante su periodo fundacional entre 1971 y 1973.
Tras la interrupción del golpe de Estado al proyecto del Museo de la Solidaridad (MS) iniciado en 1971, varias de sus obras fueron ocultadas y otras están desaparecidas hasta hoy. La épica de la fundación y sobrevivencia de este museo se relaciona con las historias de donaciones, viajes y el ocultamiento de las obras durante años en bodegas de varias instituciones. En el caso de estas esculturas, ambas fueron guardadas en los depósitos del Museo de Arte Contemporáneo de la Universidad de Chile, junto a la mayoría de las obras del MS.
La investigación encabezada por la escultora e investigadora Marcela Ilabaca, y financiada por el Fondart Regional, Línea Patrimonio Cultural, modalidad Investigación 2019, junto con generar textos razonados del conjunto de esculturas, aportó información que permitió la restauración de estas piezas de los autores argentinos, Federico Brook (1933) y Ennio Iommi (1926-2013). A esto se sumó que en el caso particular de Brook, fue posible tener una reunión vía Zoom con el artista y las integrantes del área de Colección, lo que aportó una guía para decidir los tratamientos que se le dieron finalmente a la pieza.
Estas restauraciones encargadas a profesionales externos, fueron supervisadas por la conservadora del MSSA, Camila Rodríguez, y financiadas con fondos institucionales del Museo.
Tres formas espaciales
Hijo de padre escultor y hermano de Claudio Girola, también escultor, Ennio Iommi fue fundador del grupo Asociación Arte Concreto Invención (AACI) que tras la Segunda Guerra Mundial, teniendo como interés el arte concreto, suscitó la creación de numerosas piezas de arte relacionadas a las ideas del socialismo y la reconstrucción, hablando de la necesidad de un arte diferente al simbólico, representativo y expresionista. Creían en un arte capaz de albergar cambios sociales. Trabajando con metales, acrílicos y madera, fueron fieles a su estilo hasta 1977 cuando cambió la realidad política en Argentina.
Iommi fue uno de los artistas latinoamericanos que se sumaron a las donaciones de obras para crear la colección del Museo de la Solidaridad en 1971. Formó parte del envío Argentino con la escultura, “Tres formas espaciales” (1965), producida con láminas de acero inoxidable plegadas, cortadas y soldadas sobre una base de mármol. Sus dimensiones son 75 x 70 x 50 cm.
De acuerdo a la investigación de Marcela Ilabaca, Enio Iommi fue uno de los escultores más importantes de la vanguardia geométrico-abstracta de su país, y sus ideas “refieren al abandono del ilusionismo de la representación y a la integración directa del arte a los procesos de la vida cotidiana, lo que se pone de manifiesto en la utilización de materialidades relacionadas al progreso industrial de Argentina”.
El escultor y restaurador Luis Montes Rojas estuvo a cargo de recuperar esta obra que presentaba daños considerables de deformación, una fractura y suciedad. Basándose en registros fotográficos del Archivo MSSA se pudo reponer la forma volumétrica de la obra mediante un trabajo manual y mecánico, realizar una limpieza general y aplicar una capa de protección superficial.
“Esta obra da cuenta de los problemas escultóricos que se planteaba Iommi durante la segunda mitad de la década del sesenta, periodo en el cual el artista buscaba incorporar el espacio a un plano de metal, rompiendo el estatismo del volumen sólido”, escribe Marcela Ilabaca y agrega que la obra “es expresión de la libertad formal que su escultura adquiría en esa época, donde la abstracción se conjugaba con la expresividad plástica del material, el cual parece haber sido ‘modelado’ para crear un volumen cuya levedad etérea busca el perfecto equilibrio entre la materia y el espacio circundante, evocando la forma de un pájaro que está a punto de emprender el vuelo”.
Hombre en la luna
Tras recibirse de profesor de Bellas Artes en la Universidad Nacional de La Plata en 1955, Federico Brook se fue a vivir a Italia y en 1959 por segunda vez se tituló de profesor en la Academia de Bellas Artes en Roma, donde sigue viviendo hasta hoy aunque no deja de viajar periódicamente a Argentina. Desde ahí su prolífica vida artística ha estado enfocada en la necesidad de llevar el arte al espacio público dado su interés en su valor memorial. Para él los objetos públicos que crea cumplen un servicio. “Deben tener la función de representar una memoria, un hecho histórico, un acontecimiento. Por eso, he aceptado compensaciones pequeñas por esas obras, porque su finalidad es social y pública, con una lectura inmediata y comprensible», dijo al diario La Nación de Argentina el 2006.
A través de sus pesquisas, Marcela Ilabaca logró ponerse en contacto con Federico Brook y hacer el puente con el equipo de Colección del MSSA, quien lo hizo partícipe del proceso de restauración de la obra que él había donado.
Esta obra se compone de una estructura cuadrada de acrílico, maciza y transparente, que en el centro contiene una pieza de bronce que recuerda una rueda o un globo terráqueo sostenida por un eje central al que se adhieren tres anillos. Según describe la investigación de Ilabaca: “es resultado de las experimentaciones sobre la base de materialidades de orden tecnológico desarrolladas por el artista desde la segunda mitad de la década del cincuenta”. Los tres anillos representan a los tres astronautas que llegaron por primera vez a la luna.
Al respecto Ilabaca escribe:
Ejecutada mediante procedimientos de tornería y bruñida con la técnica de “caña de fusil”, la pieza metálica se encaja al centro del acrílico mediante su eje, cuya posición diagonal y la posibilidad de girar sus anillos representan la idea de rotación de la tierra.
El montaje de esta pieza considera una puesta en escena en la cual, mediante un sistema de iluminación especial, se crea un vínculo atmósférico entre espacio, luz y movimiento. Las ideas de espacio cósmico y de movimiento giratorio evidencian el ánimo de una época maravillada por la visión de futuro anunciada por la ciencia.
“Hombre en la luna” (1965-1972) es una escultura móvil de 19 x 19 x 4,2 cm hecha en polimetilmetacrilato, con una pieza de bronce patinado y bruñido en su eje interior.
Tras una extensa entrevista con el artista, esta pieza fue restaurada por Camila Rodríguez y Elisa Díaz, conservadoras del MSSA, Luis Montes Rojas, restaurador y escultor, y la joyera contemporánea, Liliana Ojeda.
Las conservadoras del MSSA retiraron del acrílico transparente etiquetas que impedían su correcta lectura y limpiaron su superficie, mientras Montes Rojas trabajó en la pieza central de bronce. Tuvo que rectificar deformaciones en los anillos, limpiar y lubricar el sistema de rodamientos que se encontraba trabado y aplicar a toda la pieza una pátina opaca y oscura de acuerdo a las indicaciones entregadas por el artista. Finalmente, por la precisión requerida, Ojeda tuvo a su cargo la restitución del sistema de fijación de la pieza de bronce al acrílico.
Las conservadoras y el equipo de Colección del museo quedaron satisfechos con el resultado de estas restauraciones que se suman a otras iniciativas como el Proyecto Stella, que permitió la construcción con tecnología de última generación, de un bastidor nuevo para Isfahan III de Frank Stella, pintura icónica de la Colección MSSA.
“Para el MSSA es fundamental investigar las obras antes de restaurarlas. Acceder al relato del artista o bien, en caso de su imposibilidad, a los archivos relativos a su historial y proceso de producción, es sustantivo al momento de discutir posibles tratamientos restaurativos y quiénes deben formar el equipo para realizarlos. En este sentido agradecemos a Marcela por el aporte de su proyecto a las restauraciones de estas obras y otras que tenemos en carpeta, como también a los profesionales que estuvieron a cargo de las tratamientos”, comenta la coordinadora del área de Colección, Caroll Yasky.
Con estas piezas restauradas es posible hacer un aporte desde el museo a la visibilización de estas esculturas pertenecientes a esta colección pública y que es parte del patrimonio nacional, pero también un llamado a colaborar con su su protección. Como demuestra esta experiencia, la recuperación de estas obras no habría sido posible sin documentación y antecedentes de la época, así como profesionales especializados en su restauración.