El Museo Internacional de la Resistencia Salvador Allende se articuló en 1976 a través de un secretariado con comités de apoyo en varios países. Realizó un llamado a los artistas a donar piezas que fuesen “un instrumento de agitación y propaganda” en resistencia a la dictadura en Chile.
La primera donación que recibió fue un conjunto de molas panameñas fruto de la campaña Una mola por Chile, semana cultural solidaria, realizada en julio de 1976, bajo el alero de la Universidad de Panamá. Imagen para luchar por Chile, exhibió entonces las primeras treinta y ocho molas donadas. Parte de esas donaciones y su historia se exhiben en el Muro Colección, en la exposición Resistencia: El caso de las molas panameñas.
Según la publicación Museo Internacional de la Resistencia Salvador Allende. Cuatro años de Actividades (Casa de las Américas, La Habana, 1979), entre las iniciativas de la campaña se menciona a “un notable pintor que recogió ‘molas’ entre la minoría nacional kuna, que fueron entregadas al Museo como expresión de apoyo a los mapuches chilenos”.
Invitaba a esta actividad el entonces rector de la universidad, el político panameño, Rómulo Escobar Bethancourt, uno de los ocho miembros del comité de apoyo del MIRSA en ese país, personaje clave de la negociación con Estados Unidos para recuperar la soberanía nacional sobre el Canal de Panamá a través de los Tratados de 1977, y uno de los ideólogos del Partido Revolucionario Democrático fundado en 1979. Escobar fue el autor del discurso Quien pisotea a Chile está pisoteando a todos los países de América Latina, pronunciado un año antes del Golpe, el 31 de octubre de 1972 en el Paraninfo de la Universidad de Panamá, el mismo lugar donde se exhibieron las molas cuatro años después.
Junto a este antecedente se suma otro que acentúa aún más la carga simbólica de esta donación y ayuda a entender porqué estuvo constituida por piezas textiles de origen indígena y no por obras de arte, como el resto de la colección donada durante su periodo anterior (Museo de la Solidaridad, 1971-1973). La razón parece radicar en su origen. La etnia Kuna o Guna, productora de las molas, forjó su propia revolución en 1925, en defensa de su independencia cultural y territorial. Gracias a ello fue reconocida por la legislación panameña en 1938 y desde entonces ha conseguido varios logros en defensa de sus derechos, costumbres y tradiciones originarias. Son un pueblo que sabe de resistencia y este hecho ha marcado su identidad. Las mujeres Guna son centrales para la preservación y transmisión de esta herencia cultural. Ellas son quienes producen las molas y enseñan a las menores no sólo la compleja técnica de su confección -la superposición de varias telas de colores cocidas entre sí-, y su función en la indumentaria femenina, sino también su valor simbólico y primordial. Cada vez que una mola es creada se renueva el sentido colectivo, se afirma y expresa la identidad social de la comunidad, se archiva y activa la tradición mítica y ritual de este pueblo. En este sentido, su producción es también un ejercicio político. En ello radica la importancia de su legado al museo.