• Registro de creación del mural realizado por la brigada de artistas chilenos y finlandeses,
    con motivo de la exposición de la colección finlandesa del MIRSA en enero de 1979
    en Helsingin Taidehalli, Finlandia.

EXPOSICIÓN

Tras el deshielo

Brigadas en Suecia y Finlandia

Curaduría: Área Archivo MSSA

Fecha de Inauguración: 11/08/2017

Fecha de inicio: 08/04/2017

Fecha de término: 21/01/2018

En una carta de marzo de 1978, Björn Springfeldt, director del Moderna Museet de Estocolmo, escribe a Carmen Waugh: “durante una semana ha nevado sin parar, y la pintura de la brigada resalta como una ráfaga de calor y color en la fachada del museo”. Waugh era entonces una de las máximas autoridades del Museo Internacional de la Resistencia Salvador Allende –el MIRSA, heredero del proyecto del Museo de la Solidaridad durante el exilio chileno–, y el mural que alegraba la sobria y pálida fachada del museo era el resultado del trabajo conjunto de artistas suecos y chilenos. Su nombre, en apariencia genérico –“brigadmålning”, o “pintura de brigada”–, era en realidad descriptivo del aspecto más importante de esa obra: su carácter de trabajo colectivo.

Al igual que en la prikaatimaalaus (pintura de brigada en finlandés) realizada entre chilenos y finlandeses en Helsinki un año más tarde, la unidad temática, iconográfica o estilística de la obra carecían de importancia para los autores: hacer estas enormes pinturas colectivas era, para los representantes del MIRSA en los países nórdicos, una forma de hacer comunidad antes que una estrategia plástica. Ambas pinturas murales fueron realizadas en vivo, in situ, pocos días antes o después de la inauguración de las exposiciones, en las que se exhibía además las obras que cada colectividad artística –la sueca y la finesa– habían donado para las colecciones del MIRSA.

Esas inauguraciones fueron verdaderas fiestas, un espacio de encuentro y celebración para los exiliados chilenos y latinoamericanos y para sus más liberales huéspedes.

La prensa especializada finlandesa, sin embargo, fue despiadada con las exhibiciones: era arte ilustrativo; abundante en discursos y estilos vetustos; muy conservador tanto en tema como en forma. La crítica era justificada: bodegones, paisajes de campiña y remedos del cubismo convivían con ensamblajes pop y abstraccionismo geométrico, enquistados en soportes convencionales de pintura o en la forma de cuerpos escultóricos más o menos convencionales. Para el ojo desnudo, estas no parecían exhibiciones de resistencia, y esta discusión trascendía a la prensa y preocupaba a los propios artistas. La selección de las obras y la organización de las exhibiciones había recaído en los europeos, y los chilenos parecían reclusos de las buenas intenciones y la corrección política de sus huéspedes. Germán Perotti, miembro del comité MIRSA en Suecia y de la brigada de pintura conformada para la ocasión, comenta que Balmes, que originalmente dirigiría la ejecución del mural, “sólo pudo meter mano usando gran diplomacia”.

Estas pinturas de brigada, quizás inconsistentes como imágenes de resistencia, son sin embargo ricas en contradicciones: son el resultado de las negociaciones entre el festivo compromiso político de los activistas nórdicos y aquel más grave de los refugiados; entre la iconografía del arte comprometido chileno y las imágenes eclécticas de las sociedades liberales escandinavas.

Un viejo refrán sueco dicta que lo que la nieve esconde aparece tras el deshielo. En este ejercicio no accedemos a las pinturas mismas, sino a sus varias reproducciones y los escritos públicos producidos en torno a su creación y su circulación; a los testimonios de sus creadores y a la correspondencia de quienes idearon y gestionaron las circunstancias de su creación. Este cuerpo documental restituye en esas pinturas las enérgicas y contradictorias circunstancias de su origen.

Boris Groys afirma que “la vida misma como pura actividad, como pura duración, es fundamentalmente inaccesible a las artes tradicionales”, pero que “la documentación inscribe la existencia de un objeto en la historia, le da una vida a esa existencia, y le da al objeto vida como tal”. Si admitimos el doble carácter, a la vez pesimista y optimista del refrán sueco, admitiremos que las contradicciones que sobreviven en los documentos les devuelven a los murales escandinavos aquello que les dio vida en primera instancia: la compleja, no siempre alegre y rara vez unánime trama de voluntades y afectos que constituyen el trabajo colectivo, la resistencia mancomunada, la solidaridad entre los pueblos.

Federico Brega
Área Archivo MSSA

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